Nada hay en nuestra casa ni en la de Fresco más que las drogas que vendemos: azufre, aloes, incienso, agalla, matalahuva, zarzaparrilla... Con algún enjuagatorio de esto, refrescación de tripas, vamos engañando el hambre... Ven y verás nuestra miseria.
Aita TettauenBenito Pérez Galdós
La mayoría de las veces que he hablado de agallas, y ya son unas pocas, he hecho un poco de trampa pues los textos que he utilizado siempre aluden a las agallas de roble, y esta vez no iba a ser menos, pero no me iba a quedar sin traer por el blog estas vistosas agallas de lentisco porque no encontrase un texto.
En este caso la agalla la produce un pulgón de nombre Aploneura lentisci al que podéis ver aquí. Sin embargo no voy a hablar ni del lentisco, ni del pulgón, sino que voy a aprovechar para explicar el origen de la expresión tener agallas.
Y es que tener agallas tiene su origen en la agalla canica del roble, y en realidad se trata de un eufemismo. Esas pelotas que el Andricus kollari ocasiona en los robles le debieron recordar a alguien a los testículos y el mismo u otro decidió suavizar la expresión tener cojones, cambiándola por tener agallas. Y tuvo éxito.