En el centro del bosquecillo había una glorieta, a la que rodeaban espesos matorrales hechos de evónymus, retamas olorosas, tamarindos, verónicas, adelfas y otros arbustos, combinados con arte primoroso.
Gloria
Benito Pérez Galdós
Dos son las acepciones que recoge el DRAE para la palabra verónica: la planta que motiva esta entrada (
Veronica persica) y un lance taurino, y a ambas las hace procedentes de un nombre de mujer, el de aquella que sostiene en sus manos un lienzo con el verdadero rostro de Cristo, nombre que tradicionalmente se hace derivar del latín
vero icon, imagen verdadera, pero que parece que derivaría del griego
Berenice, portadora de la victoria.
No aparece la Verónica en los evangelios canónicos sino en un texto apócrifo conocido como
mors pilati que no tiene desperdicio. Según este texto la imagen de Cristo impresa en el lienzo la habría obtenido esta devota mujer no en el camino del calvario en un gesto de compasión, sino que deseosa de tener una imagen de Jesús para recordarlo cuando éste se encontrase lejos predicando, llevaba el lienzo a un pintor cuando tropezó con Jesús que al conocer su intención le pidió el paño que le devolvió con su imagen milagrosamente impresa. El que la Verónica doblase el lienzo en cuatro explicaría el que sean cuatro los paños venerados en distintos lugares: la catedral de Jaén, el monasterio de la Santa Faz en Alicante, el Sacre Coeur de París y San Pedro en Roma.
Los dos estambres que destacan en nuestra flor son la explicación que dan algunos a que reciba el nombre de verónica, ya que recordaría la flor un rostro con sus dos ojos. (No me convence mucho; puestos a encontrar relaciones de ese tipo recuerda más al plato de Santa Lucía con sus dos ojos que al paño de la Verónica).
Más clara es la traslación del nombre a la tauromaquia, ya que el torero sostiene el capote al ejecutar este lance de modo similar a como la Verónica sostiene el paño. Literariamente ha dado más juego la verónica taurina que la floral, y no me resisto a terminar sin poner alguno de los versos de la elegía de Rafael Alberti a Ignacio Sánchez Mejías
Por el mar Negro un barco
va a Rumanía.
Por caminos sin agua
va tu agonía.
Verte y no verte.
Yo, lejos navegando;
tu por la muerte.
Verónicas, faroles
velas y alas.
Yo en el mar, cuando el viento
los apagaba.
Yo, de viaje
tu dándole a la muerte
tu último traje.
Verte y no verte
Rafael Alberti