Los castaños son la paz
del hogar. Cosas de antaño.
Crepitar de leños viejos
peregrinos descarnados.
Canción oriental
F. García Lorca
Parece lógico dedicar la primera entrada al castaño (Castanea Sativa). No en vano mucha gente asocia la sierra de Aracena con este árbol de la familia de las fagaceas, y es además el emblema del Parque Natural de Aracena y Picos de Aroche. Sin embargo el castaño ocupa solo una pequeña extensión del parque, poco más del 2.5%, bien es verdad que en la zona central y más visitada. Se reparte el castañar entre 13 municipios, y un 40% del mismo entre 3: Galaroza, Castaño del Robledo y Fuenteheridos. Esta distribución tan localizada, en la zona más alta y de umbría del parque, responde a los requerimientos climáticos y de suelo del castaño.
El castaño no es un árbol propio de esta sierra, sino que fue introducido en ella tras la reconquista por repobladores del norte de la península, y poco a poco fue sustituyendo grandes zonas del robledal autóctono.
De cómo el castaño ha calado en la comarca nos dan idea topónimos como Castaño del Robledo o el Cerro del Castaño, o el hecho de que figure en el escudo de algunas poblaciones como es el caso de Fuenteheridos o el propio Castaño del Robledo.
Un último apunte, aunque no por ello menos importante. De los grandes árboles que pueblan el parque natural (encinas, alcornoques, pinos) el castaño es el único de hoja caduca, con la particularidad de que una vez que ha amarilleado, la hoja aún permanece bastante tiempo en el árbol.
Son pues los castaños los que marcan el ritmo estacional, y podría decirse que emocional, de la sierra, con su fantasmal desnudez en invierno, su fresco verdor de hoja nueva en la mitad de la primavera, más profundo y denso en el verano salpicado de flores blanco-amarillentas, para acabar regalándonos los bronces y dorados del otoño.
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