Era suficiente poner unas rodajas de pan en una sopera, aliñándolas con mucho aceite y pimienta recién molida, se ponían a hervir en tres cuartos de agua salada cebollas troceadas, filetes de tomate y calaminta, al cabo de veinte minutos, se vertía todo encima del pan, se dejaba reposar un par de minutos y a la mesa
El cementerio de Praga
Umberto Eco
La calaminta, Calamintha nepeta, me ha llevado a conocer la ratafia de la que no había oído hablar (aunque sospecho que sí, pues según he visto formó parte del intercambio de regalos entre dos presidentes en alguna reciente reunión, pero se ve que no hice mucho caso). Por lo que he leído se trata de un licor típico de Cataluña, a base de nueces verdes y una serie de hierbas silvestres entre las que entra la calaminta, y aunque las recetas más antiguas que se conservan datan del siglo XIX hay referencias a su elaboración ya en la edad media.
Como todas las plantas de amplia distribución ha sido muy utilizada en medicina popular sobre todo en forma de infusión para problemas gástricos. En algunos sitios se utiliza como sustituto del té o del café.
Sus hojas desprenden un olor parecido al de la menta, y de ahí su nombre ya que calamintha significa buena menta. En algunos sitios he leído que nepeta viene del latín escorpión en referencia a que se utilizaba como remedio contra sus picaduras. La verdad es que no me convence.
Lo llevaron a las fiesta de Creta. Querían que se quedase de salmista en el monasterio. Su Beatitud se abanicaba con la tiara y no se cansaba de oírle cantar. Bebían ratafia blanca por el mismo vaso, y su Beatitud le decía: "¡Basilio, ahora que estamos solos, toca para mí esa canción de la mejilla al aire!"
Las mocedades de Úlises
Álvaro Cunqueiro