7 de junio de 2016

Jacinto silvestre

Mil veces le sucedía, paseando por el campo, recoger en el sombrero cosecha de violetas, jacintos silvestres, ramas floridas de zarzamora; y al llegar al pueblo, arrojaba al río las flores, por no llevárselas a Leocadia

                                                                              El cisne de Vilamorta
                                                                               Emilia Pardo Bazán



El lanzamiento de disco, al menos entre los dioses olímpicos, era un deporte de riesgo. Ya vimos al hablar de la zarzaparrilla como según algunas versiones el origen del azafrán fue un accidente jugando con un disco. También un disco está tras el nacimiento mitológico del jacinto silvestre (hyacinthoides hispanica), mas en esta ocasión, según las fuentes más rigurosas, no se trató de ningún accidente. ¡Fue asesinato!


Apolo, como la mayoría de los habitantes del Olimpo,  no era precisamente estrecho y se lo hacía a pelo y pluma, y el joven principe espartano Jacinto al decir de las crónicas era de una gran belleza, de manera que el dios se enamoró de él. Pero no fue el único. También Céfiro, el viento del oeste, que al no verse correspondido, en un arranque de violencia desvió con una ráfaga el disco con el que los amantes jugaban, hiriendo mortalmente a Jacinto en la cabeza. Apolo para perpetuar la memoria de su amante convirtió su sangre en flor.


 Un inciso: que distinto este Céfiro, de aquel que recordaba del poema de Esteban Manuel de Villegas, ni dulce ni blando ni ná

                                                   Dulce vecino de la verde selva,
                                                   huésped eterno del abril florido,
                                                   vital aliento de la madre Venus,
                                                   Céfiro blando.



Luego vienen los que intentan dulcificar las cosas, por no decir encubrir el crimen: que si el disco chocó en una piedra y rebotó con tan mala fortuna que le dio en la cabeza, que si el joven saltó para atrapar el disco y calculó mal...Según Robert Graves (Los mitos griegos) Jacinto no sólo enamoraba a los dioses, también a los hombres, ostentando el honor de ser el primer hombre cortejado por alguien de su mismo sexo, siendo este primer cortejador el poeta y músico Támaris, quién tampoco acabó muy bien, aunque en este caso no por sus amores sino por su arrogancia: se vanaglorió de superar a las musas y estas lo castigaron privándole de la vista y de la música. Durísimo y desproporcionado castigo.


Al que afortunadamente no privaron del don de la música fue a Mozart. Y ¿qué pinta aquí Mozart? Pues si pinta. Con sólo once añitos escribió lo que algunos consideran su primera ópera Apolo y Jacinto KV 38 , aunque en su título lo que indica es "Música para una comedia en latín para la universidad de Salzburgo". Del mismo modo que las guarderías y colegios organizan a final de curso festivales en los que padres y abuelos contenemos la baba viendo a nuestros hijos y nietos cantar, declamar, bailar...  la universidad de Salzburgo hacía lo propio y para el del año 1767 el joven Mozart puso música al libreto sobre el mito de Apolo y Jacinto de  Rufinus Windl, que como era monje censuró un poquito la historia y se inventó una hermana. Como en Mogambo, pero mejor. Apolo y Céfiro de quién están enamorados no es de Jacinto, sino de su hermana. Céfiro para enemistar a ésta y a su familia con el dios desvía el disco que mata a Jacinto, siendo Apolo acusado de su muerte. Pero al final se  descubre el montaje y la cosa acaba bien para todos, menos para Jacinto que empezó como joven sano y vigoroso y acaba muerto y metamorfoseado en flor.


Apolo podría ser de aquella manera, pero sintió la muerte de Jacinto. Y la lloró. Y sus lágrimas, al caer sobre los pétalos del jacinto inscribieron en ellos sus lamentos "ay",  aunque según otros estas letras (que dicho sea de paso yo no veo) no son más que las iniciales griegas de Jacinto.


3 comentarios:

Miguel García dijo...

Preciosos. Curiosamente estoy procesando unas fotos de jacintos silvestres que tomé en Béjar (Salamanca).
Un abrazo,

Montse dijo...

Muy bonito este jacinto y muy interesante la historia de amor entre Apolo y Jacinto, como todas las que nos cuentas.
Un abrazo.

Plantukis dijo...

Me parece fantastico lo que cuentas y lo que nos muestras. Muchas gracias. Un saludos desde Plantukis

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