quiebra el cristal de las copas.
La rueda afila cuchillos
y garfios de aguda comba.
Brama el toro de los yunques,
y Mérida se corona
de nardos casi despiertos
y tallos de zarzamora.
Martirio de santa Olalla. Romance histórico
Federico García Lorca
La zarza o zarzamora posiblemente sea una de las plantas silvestres más conocidas. Quién no se ha comido en alguna ocasión unas moras, tan atrayentes con ese color negro profundo cuando maduras, o ese rojo rutilante cuando madurando. O quién no ha visto su piel arañada o pinchada por las múltiples espinas que erizan sus tallos.
Un dato que nos habla de lo extendida que se encuentra la zarzamora y de como ha impregnado nuestra vida es la cantidad de municipios en cuyo nombre, y en cuyo escudo, aparece: Santa Cruz de la Zarza (Toledo), La Zarza-Perrunal (Huelva), Zarza de Tajo (Cuenca), La Zarza (Valladolid), La Zarza y Zarza Capilla (Badajoz), Zarza de Granadilla y Zarza Mayor (Cáceres) y supongo que algunos más.
Un apunte más que nos indica la popularidad de la zarzamora, la existencia de muchas adivinanzas que la tienen por protagonista:
Blanca fue mi primera florverde fue mi nacimiento
colorada mi niñez
y negro mi acabamiento
Su nombre científico es Rubus ulmifolius. Rubus por el color rojo de sus frutos cuando aun no están maduros, y ulmifolius por la semejanza de sus hojas a las del olmo. Dada su abundancia son múltiples las propiedades que se le atribuyen y los usos que ha conocido: para las diarreas, para trastornos menstruales, para forúnculos, conjuntivitis, herpes...Se ha usado para hacer tintes, cestos, cuerdas, pólvora...
Pero con todo son sus frutos la parte más consumida, ya crudos tal cual o convertidos en jaleas, mermeladas, o usados para la elaboración de licores. No he visto agallas de zarza pero existen y he leído que en los agujeros que quedan una vez que eclosionan los huevos de la avispilla que las ocasionan se produce una sustancia melosa que los niños de antaño gustaban de comer.
Y cuando, pasados los vientos cálidos del verano, a fuerza de errar sin rumbo fijo nos encontrábamos mucho más allá del Maritsa, donde los campos estaban todavía verdes, masticábamos el ajo silvestre, las semillas lechosas de los girasoles aún por madurar, los ácidos vástagos de las vides y los cálices melíferos de las flores, o bien, con las manos arañadas hasta sangrar, recogíamos zarzamoras apenas rosadas y las endrinas agrias que nos daban dentera.
Lejos de ToledoÁngel Wagenstein
4 comentarios:
Muy instructiva tu entrada, amigo Joaquin, y una preciosidad de fotos de zarzamora.
Un abrazo.
Preciosa, me encanta. Besitos y salud.
Federico García Lorca uno de los poetas más insignes de nuestra época. Es una delicia leer sus poemas.
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