20 de marzo de 2013

Nazareno (2)

El campo es una gran sinfonía en amarillo donde apenas dan una leve nota, blancos de nievecillas, morados de lenguazas y nazarenos, rojos de amapolas...
                                                                                   Las cosas del campo
                                                                                   José Antonio Muñoz Rojas



En estas fechas no sólo nuestras calles se llenan de nazarenos, también ahora aparecen nazarenos (o penitentes, que también así son llamados) por nuestros campos. Y del mismo modo que en nuestros pueblos los hay de distintas "variedades" (con capa o sin ella, con capirote o sin él, los hay con delantales, con antifaces blancos, negros, morados...) también los nazarenos campestres son diversos aunque no tanto. Aparte del muscari comosum, que ya vimos, nos podemos encontrar en la sierra de Aracena con este otro nazareno, el muscari neglectum. 


Un entretenimiento común aquí en Sevilla es adivinar cuando ves un nazareno por la calle a que hermandad pertenece, intento en muchas ocasiones harto difícil ya que entre algunas hay escasas diferencias en el atuendo, y tienes que recurrir a datos ajenos a éste como pueden ser la hora en que lo ves o la dirección que lleva. Con nuestros nazarenos herbáceos no vamos a tener ese problema pues como vemos son bien distintos aunque ambos tengan la "túnica" morada. Otra cosa es que nos acordemos de cuál es el neglectum y cuál el comusum.


Terminar diciendo que al igual que ocurre en el otro penitente las flores superiores, de un color en general algo más tenue, son estériles en tanto que las inferiores y más oscuras son las fértiles. En las fotos puede observarse como las flores superiores están "cerradas" mientras que las inferiores están "abiertas" permitiendo así la entrada de los polinizadores. 

8 de marzo de 2013

Verbena

Era como una alondra morena. Un poco arisca, pero el poeta le decía cosas dulces, y ella sonreía... y los dos buscaban vinajeras amarillas y verbenas rosas y azules
                                                                                    Diálogo de las alondras
                                                                                    Juan Ramón Jiménez




Hoy en día, y más mientras más urbanita seas, la palabra verbena evoca bullicio, jolgorio, fiesta, música...algo sin duda alejado de la verbena officinalis, una planta discreta, que apenas si se levanta una cuarta del suelo y con unas flores diminutas aunque innegablemente bellas. Sin embargo nuestras alegres verbenas de primavera y verano deben su nombre a esta humilde planta.


Sobre  la verbena recaían múltiples virtudes medicinales y mágicas, así en algunos lugares se le atribuía el poder de proteger de los rayos a quién la llevaba encima, o que colocada en un palomar atraía a todas las palomas del entorno. Se decía que el emplasto hecho con la verbena frita en aceite extraía el pus de las heridas. Se usaba para calmar los nervios, como estimulante, como digestivo, para aliviar los dolores y las infecciones bucales, para la inflamación ocular, protegía de las picaduras (dice un refrán que al que coge la verbena en la noche de San Juan no le picará culebra ni bicho que le haga mal) ... y para colmo, como no, también era afrodisíaca. 


Vista tanta excelencia no es de extrañar que fuese costumbre, principalmente en  días señalados, salir a recoger verbena sobe todo en la noche y la madrugada tomando las veladas en que esto ocurría el nombre de la planta. Originalmente  sólo se daba el nombre de verbena a aquella romería en la que se recogían y vendían verbenas, siendo durante un tiempo la de San Juan la verbena por excelencia.