Paré tomó de mis manos los paños limpios, los mojó en un cubeta que contenía una solución preparada por él mismo a base de agallas de roble, y los aplicó en las heridas de entrada y salida para cortar las hemorragias.
El escalpelo de oro
Álvaro Galiano
Cada vez que veo algo raro en una planta es ya un hábito pensar primero que se trata de una agalla, y aunque en ocasiones me llevo una sorpresa, la verdad es que casi siempre acierto. De modo que cuando vi sobre un roble estas bolitas que parecen de algodón pensé de inmediato en agallas. Ponerles nombre es otro cantar. (Hacerles unas fotos decentes por su situación y por el viento que hacía también resultó complicado)
Buscando y buscando lo primero que encontré era que pudiera tratarse de agallas de Callirhytis seminator, una avispilla conocida como sembrador de lana. Pero había cosas que me chirriaban. Por un lado el tono sonrosado que presentaban la agallas en la mayoría de las imágenes que veía, pero sobre todo que todas las referencias procedían del continente americano. Así que seguí buscando, pero nada.
Y como tantas veces, dejas la cosas reposar un tiempo y el día menos pensado y por casualidad aparece la respuesta. Creo que son agallas producidas por el Andricus quercus ramuli, del que si he encontrado referencias en España y en Europa. Como todas estas avispillas su ciclo vital comprende dos fases, una sexual formada por avispillas machos y hembras, que da lugar a estas agallas sobre la inflorescencia del roble, y que alterna con otra fase asexual en la que sólo hay avispillas hembras que provocan agallas en las ramitas.