Clamaban por agua todas sus cárcavas. Todas las grietas de su costra ulcerosa pedían una onda que las lubrificase. Bajo el tórrido azul inexorable, esos arenales pedregosos blanqueaban como cubiertos de esqueletos calcinados. La sed consumía hora tras hora esa tierra que años antes habíamos visto moteada siquiera de mosqueras, plantas bajas, inservibles, que ni las asnos salvajes tascaban.
Égloga trágica Gonzalo Zaldumbide
Son muchas las plantas que reciben el nombre de mosquera, por lo que abrigo pocas dudas de que la que aparece en el texto de encabezamiento no es la Scilla hyacinthoides a la que esta entrada hace referencia.
Por aquí la planta no parece ser muy frecuente (de hecho por la sierra de Aracena sólo la he visto en un sitio) y supongo que, caso de estar presente, en el Ecuador natal del autor del texto tampoco sea muy frecuente pues su origen hay que situarlo en Oriente Medio
Y si raro es verla por el campo también es difícil encontrar datos sobre ella de manera que desconozco si tiene alguna utilidad o de dónde viene su nombre, si quiere decir que es perjudicial como dicen algunos o tiene alguna relación con aquella ninfa transformada en monstruo marino y que habitaba uno de los lados del estrecho de Mesina
No servirá como alimento, pero embellece el campo una barbaridad. El detalle de las flores es estupendo.
ResponderEliminarUn abrazo Joaquín