¿Sabes qué te digo? -dijo Vìctor, de pronto, y su voz se iba caldeando a medida que hablaba-: Que nosotros, los listillos de la ciudad, hemos apeado a estos tíos del burro con el pretexto de que era un anacronismo y...y los hemos dejado a pie. Y ¿qué va a ocurrir aquí, Laly, me lo puedes decir, el día en que en todo este podrido mundo no quede un solo tío que sepa para qué sirve la flor del saúco?
Miguel Delibes
Soy poco dado a polemizar, y en el blog mucho menos ya que no suelo exponer opiniones en él y menos sobre temas espinosos. Sin embargo hoy me voy a saltar la norma esperando no molestar a nadie, y es que leer sobre el saúco (sambucus nigra) y su relación con la sierra onubense, y tal vez condicionado por las circunstancias políticas, me ha llevado a una cuestión que no entiendo: los nacionalismos.
He nacido en Sevilla y aquí ha transcurrido toda mi vida. Me encanta mi tierra, sus gentes, sus pueblos, sus costumbres y tradiciones. Soy y me siento andaluz. Y ¿por qué? ¿Andaluz yo? Mis padres, mis abuelos, mis bisabuelos... nacieron todos en un pueblo de La Mancha. Sin embargo pese a este espíritu tan sedentario y poco aventurero de mis antepasados, de mis cuatro primeros apellidos dos son indudablemente vascos, y de allí vendrán. Mis hijos son también andaluces, han nacido aquí, y de padres andaluces. Pero ya hemos visto que dos de sus abuelos son manchegos, y de los otros dos uno canario y otro andaluz, y aun en este último no hay que ascender mucho por el árbol para llegar a Vitigudino (Salamanca).
La movilidad no se queda limitada a nuestras fronteras, sino que las desborda, y con la crisis el fenómeno de ha agudizado. Tengo sobrinos nacidos en Gran Bretaña, de padre británico, y miembros de la familia residentes en Gran Bretaña, en Suecia, en Holanda, en Chile; niños que aunque mantienen los lazos con su tierra de origen se están criando en esos países y quién sabe si no acabarán echando raíces en ellos...
La movilidad no se queda limitada a nuestras fronteras, sino que las desborda, y con la crisis el fenómeno de ha agudizado. Tengo sobrinos nacidos en Gran Bretaña, de padre británico, y miembros de la familia residentes en Gran Bretaña, en Suecia, en Holanda, en Chile; niños que aunque mantienen los lazos con su tierra de origen se están criando en esos países y quién sabe si no acabarán echando raíces en ellos...
El dónde nacemos es circunstancial. No puedo sino estar de acuerdo con Amin Maalouf cuando dice nací en un planeta, no en un país. Sí, claro, también nací en un país, en una ciudad, en una comunidad, en una familia, en una maternidad, en una cama...Pero lo único importante, para mí y para todos los seres humanos, es el hecho de haber venido al mundo.¡Al mundo! (Los desorientados)
Las tierras de la sierra de Aracena fueron reconquistadas en el siglo XIII por los reyes portugueses, los cuales terminarían cediéndolas a Alfonso X el Sabio en 1253. Éste las repoblaría con gentes venidas del reino astur-leonés. Ha llovido mucho desde entonces y ya no tenemos conciencia de ello, pero ha quedado reflejado en muchas cosas. Ya tuvimos oportunidad de ver como estos repobladores nos trajeron los castaños. También quisieron recordar su procedencia en algunos topónimos: Fuentes de León, Arroyomolinos de León...y también trajeron rasgos dialectales propios, y aquí llega, por fin, el saúco.
A nada que nos nombren Jabugo comenzamos a salivar y se nos forma en la cabeza la imagen de un maravilloso jamón pata negra. A nadie, o casi nadie, se le vendrá la imagen de un saúco, y sin embargo Jabugo no significa "jamón cinco jotas" sino más bien "lugar en el que abundan los saúcos". Con el mismo origen aunque menos conocida tenemos la aldea de Aracena llamada Jabuguillo. Procederían estos términos del latín sabucus y delatarían a decir de los filólogos el origen asturiano de sus pobladores
Quién haya llegado a este punto estará pensando que a lo peor me pasa como a los políticos, que discutiendo de lo accesorio no entran en lo fundamental. Y lo fundamental aquí es saber para qué sirve la flor del saúco. Preguntémosle al Sr Cayo
- ¿Qué flor es ésta? - preguntó y la hacía girar por el tallo, entre los dedos.
El señor Cayo la miró fugazmente:
- El saúco es, la flor del saúco. Con el agua de cocer esas flores, sanan las pupas de los ojos.