El primer amor huele a madreselvas, a flor de habas, a yerba con luna, a margaritas de arroyo, a molino de agua, a cera virgen, a junco, a violetas blancas, a manos en el agua, a prado con escarcha, a alba, a trigo nacido entre la sombra...
Juan Ramón JiménezBalada del primer amor
No es la que vimos en la entrada anterior la única relación de las violetas con los muertos.
Cayó el semen de Zeus en la tierra, naciendo de este modo un ser hermafrodita: Agdistis. Agdistis fue castrado y de la sangre derramada nació un granado, cuyo fruto puso en su seno Nana, hija del rey Sangario, quedando embarazada. Tal fue el origen de Atis que a instancias de Sangario fue abandonado por su madre.
Recogido por unos caminantes Atis llegó a convertirse en un apuesto mozo que se prometió a una hija del rey Midas. Sin embargo Agdistis estaba encaprichada/o con el hermoso joven, y para evitar el matrimonio le hace perder la razón. En su locura Atis se castra y muere. Su prometida, desesperada, se suicida. De la sangre de ambos surgieron violetas.
Liosillas y escabrosas las relaciones de estos dioses griegos. Más complicada que la identificación de algunas plantas. No me atrevo a darle nombre a estas violetas blancas, no descartando que se traten también de viola odorata, pues he leído que son comunes las formas blancas.